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No hay nada nuevo bajo el sol, pero es interesante echarle una mirada a este mundo, que por azar o destino compartimos vos y yo en la tercera roca desde el sol. A ver con que nos encontramos...
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viernes, 25 de mayo de 2012

La Ultima cena no fue la Ultima Cena (Segunda versión completa)

La Última Cena. Pintura mural original de Leonardo da Vinci ejecutada entre 1495 y 1497. Refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie en Milán (Italia).

"No hay hechos, sino interpretaciones" (Friedrich Nietzsche)

Ahora lo sé, gracias a Ray Bradbury lo sé, sé que es posible. Me refiero a que no sería extraño que Dan Brown publique, despreciado de antemano por Umberto Eco, la secuela del teothriller policial y de misterio Código Da Vinci y que después Tom Hanks filme la peli, en la que el mismísimo Hanks, nuevamente en el papel del sutil y a veces golpeado Robert Langdon, descubre, pintado por Leonardo, un cuadro lleno de claves y misterios que, como no podía de ser de otra manera, amenazará cambiar la historia oficial conocida y la distribución del poder eclesiástico: un cuadro titulado La Ultima Cena después de la Ultima Cena. Porque la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.

En mi caso, oveja negra descarriada, sin rumbo fijo y bastante ignorante del contenido de las sagradas escrituras, la revelación se produjo en 1980, cuando se publicó en Buenos Aires Fantasmas para siempre, un extraordinario libro objeto con textos de Ray Bradbury e ilustraciones de Aldo Sessa, a cargo de Ediciones Librería La Ciudad. En ese libro, numerado a mano, en mi caso como el "951" de esa primera edición de 4270 ejemplares, Ray Bradbury, en cierto pasaje del mismo, nos cuenta cómo, algo que empezó con un encargo de John Houston, allá por los posbélicos y prebélicos cincuenta ("pos" de una gran guerra y "pre" de otras ya en gestación), finalizó en la afirmación Bradburyana de que la Ultima Cena no fue la Ultima Cena. Cito el pasaje:

"...Se podría decir que yo nací de nuevo cuando John Houston me encargó la tarea de matar una ballena y redactar un guión de cine para Moby Dick en 1953.
Melville, por su parte, me arrojó de nuevo no sólo entre los brazos de Shakespeare y su Ricardo III, sino también dentro de esa Máquina del tiempo, la Biblia, y me hizo participar de las Ultimas Cenas con Mateo, Marcos, Lucas y Juan, mientras recorría el yermo con el legendario Ismael.
Mis fuegos espirituales se intensificaron cuando los estudios de la Metro Goldwyn Mayer me llamaron uno de los últimos días del otoño de 1960, y me confesaron que, si bien habían gastado ya siete millones de piezas de plata en una nueva versión, parlante y muy colorida, de Rey de Reyes, no habían hallado "un final para la película".
Quedé estupefacto. ¿Y los Apóstoles?... pregunté.
Sí, sí, habían sido examinados, pero... seguíamos sin final. ¿Aceptaba yo firmar y comprometerme a resolver el problema?
Firmé y lo resolví.
Encontré el final de la película en Juan, que describe la Ultima Cena. Cristo resucitado aparece en las riberas del mar de Galilea, se para junto a unas brasas sobre las que están asando unos pescados, y dice a Simón, el que llaman Pedro, y a los otros discípulos, que levanten el pescado, alimenten a sus hermanos, recojan Su mensaje y vayan por todos los países del mundo, predicando el perdón de los pecados. A la media luz que antecede al amanecer, Cristo tiene sus manos sobre las brasas. Entonces se puede ver la marca del clavo. De la palma gotea sangre que cae en los carbones encendidos. De este modo queda probada su identidad.
M.G.M no rodó mi final, y esto es muy deplorable, ya que Juan nunca ha sido utilizado en ninguna de las películas que se han hecho sobre la vida de Cristo.
Sólo me quedó la posibilidad de utilizar un texto de Juan en otro relato de tema marciano que escribí diez años después..."

Y acá interrumpo las palabras de Bradbury, mientras en mi libro continúa explicando lo que siguió a esta cuestión de las cenas, porque ese relato, que transcurre en el querido Marte de las Crónicas marcianas, y lo que Ray nos cuenta al respecto, es otra historia a la que vale la pena dedicarle todo un artículo, en una futura entrega de este blog. Se trata de El Mesías, un excelente cuento de ciencia ficción, por clasificarlo de alguna manera, para aquellos afectos a las etiquetas, aunque sean una ilusión, porque un cuento es un cuento y la etiqueta es algo tan azaroso como irrelevante, frente al valor intrínseco del contenido.

Y a propósito de la "Ultima Cena después de la Ultima Cena", la busqué, porque, ejem, dicen que el que busca encuentra. Y la encontré, el relato completo está en Juan 21, 1-25. Y la encontré, en mi caso, en la versión Nuevo Testamento Puebla, Edición pastoral de Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino de 1980 -¡El mismo año que fue publicado Fantasmas para siempre!, pero es solo una casualidad... ¿o no?-. Y allí, en la página 321, se aparece Cristo para la Ultima Cena después de la Ultima Cena, bajo el título: Apéndice al libro: La manifestación de Jesús a orillas del lago. Allí me entero que la acción transcurre a orillas del lago Tiberíades... el resto es historia bíblica y ustedes pueden buscarla y encontrarla por sus propios medios.

El párrafo anterior podría ser un buen -y previsible- final para este artículo, pero una oveja negra descarriada como yo no se da por satisfecha con eso y va por más. Va por esto:

Alguien podría objetar que hablar de dos últimas cenas y de destronar a la primera de su puesto en el podio, es apenas un juego de ingenio, una trivialidad, un ejercicio abstracto de lógica, para pasar el rato en un día de lluvia o para deslumbrar a los amigos en alguna casa de comida rápida, pero ¿es así?. Tal vez a Bradbury se le escapó de las manos, cuando tipeaba el asunto en su eterna máquina de escribir, que tal vez haya una veta profunda, incrustada en su aparentemente inocente y superficial afirmación de que la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.

Tanto creyentes como ateos y agnósticos podrían subestimar el tema diciendo: Bueno, pero la Ultima Cena "oficial" se refiere a la Ultima Cena de Cristo en vida. Y acá es cuando entramos a la veta profunda, porque justamente podemos refutar eso diciendo que la segunda Ultima Cena también fue en vida de Cristo... después de resucitar. Y eso nos lleva a la pregunta ¿quien se atreve a tirar la primera piedra negando la trascendencia de la resurrección, si hasta un no creyente reconocería al menos la importancia de la misma por su significado como parte del relato, más allá que se trate de un hecho real o de una ficción?.

Resucitar no es cosa de todos los días, al menos la estadística de los últimos 2000 años así parece indicarlo (no sería lícito incluir en ella a zombies o a humanos revividos por alienígenas). Por eso las acciones que el resucitado lleva adelante al retornar a la vida se vuelven altamente significativas y relevantes, especialmente si está avalado por un supuesto Supremo Hacedor del Universo, sobre cuya existencia me abstengo de opinar. Por ejemplo, la cena de Cristo a orilla del Tiberíades ostenta con derecho bien ganado esa trascendencia. Entonces, una posible "interpretación de la interpretación" de Ray Bradbury es que afirmar que la Ultima Cena no fue la Ultima cena, no es cosa tan trivial como parece, sino más bien cosa razonable y nada superficial. Así las cosas, mirada con el cristal adecuado, la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.

Ahora sí, esta oveja negra descarriada se retira satisfecha (al menos por hoy) a descansar en silencio, lejos en lo posible del Dr. Hanníbal Lecter.

miércoles, 23 de mayo de 2012

La Ultima Cena no fue la Ultima Cena


Ahora lo sé, gracias a Ray Bradbury lo sé, sé que es posible. Me refiero a que no sería extraño que Dan Brown publique la secuela del Código Da Vinci y después Tom Hanks filme la pelí, en la que el mismísimo Hanks, en el papel de Robert Langdon, descubre, pintado por Leonardo, un cuadro lleno de claves y misterios que como no podía de ser de otra manera, amenazan cambiar la historia oficial conocida y la distribución de poder, un cuadro titulado La Ultima Cena después de la Ultima Cena. Porque la Ultima Cena no fue la Ultima Cena.

En mi caso, oveja negra descarriada, bastante ignorante del contenido de las sagradas escrituras, la revelación se produjo en 1980, cuando se publicó en Buenos Aires Fantasmas para siempre, un extraordinario libro objeto con textos de Ray Bradbury e ilustraciones de Aldo Sessa, a cargo de Ediciones Librería La Ciudad. En ese libro, numerado a mano, en mi caso como el "951" de esa primera edición de 4270 ejemplares, Ray Bradbury, en cierto pasaje del mismo, nos cuenta como, algo que empezó con un encargo de John Houston, allá por los posbélicos y prebélicos cincuenta ("pos" de una gran guerra y "pre" de otras ya en gestación), finalizó en la afirmación Bradburyana de que la Ultima Cena no fue la Ultima Cena. Cito el pasaje:

"...Se podría decir que yo nací de nuevo cuando John Houston me encargó la tarea de matar una ballena y redactar un guión de cine para Moby Dick en 1953.
Melville, por su parte, me arrojó de nuevo no sólo entre los brazos de Shakespeare y su Ricardo III, sino también dentro de esa Máquina del tiempo, la Biblia, y me hizo participar de las Ultimas Cenas con Mateo, Marcos, Lucas y Juan, mientras recorría el yermo con el legendario Ismael.
Mis fuegos espirituales se intensificaron cuando los estudios de la Metro Goldwyn Mayer me llamaron uno de los últimos días del otoño de 1960, y me confesaron que, si bien habían gastado ya siete millones de piezas de plata en una nueva versión, parlante y muy colorida, de Rey de Reyes, no habían hallado "un final para la película".
Quedé estupefacto. ¿Y los Apóstoles?... pregunté.
Sí, sí, habían sido examinados, pero... seguíamos sin final. ¿Aceptaba yo firmar y comprometerme a resolver el problema?
Firmé y lo resolví.
Encontré el final de la película en Juan, que describe la Ultima Cena. Cristo resucitado aparece en las riberas del mar de Galilea, se para junto a unas brasas sobre las que están asando unos pescados, y dice a Simón, el que llaman Pedro, y a los otros discípulos, que levanten el pescado, alimenten a sus hermanos, recojan Su mensaje y vayan por todos los países del mundo, predicando el perdón de los pecados. A la media luz que antecede al amanecer, Cristo tiene sus manos sobre las brasas. Entonces se puede ver la marca del clavo. De la palma gotea sangre que cae en los carbones encendidos. De este modo queda probada su identidad.
M.G.M no rodó mi final, y esto es muy deplorable, ya que Juan nunca ha sido utilizado en ninguna de las películas que se han hecho sobre la vida de Cristo.
Sólo me quedó la posibilidad de utilizar un texto de Juan en otro relato de tema marciano que escribí diez años después..."

Y acá interrumpo las palabras de Bradbury, que en mi libro continúa explicando lo que siguió, porque ese relato marciano -y lo que Ray nos cuenta al respecto-, es otra historia a la que vale la pena dedicarle todo un artículo, en una futura entrega de este blog. Se trata de El Mesías, un extraordinario cuento de ciencia ficción, por clasificarlo de alguna manera, para aquellos afectos a las etiquetas, aunque sean una ilusión, porque un cuento es un cuento y la etiqueta es algo tan azaroso como irrelevante frente al valor intrínseco del contenido.

Y a propósito de la "Ultima Cena después de la Ultima Cena", la busqué, porque, ejem, dicen que el que busca encuentra. Y la encontré, el relato completo está en Juan 21, 1-25. Y la encontré, en mi caso, en la versión Nuevo Testamento Puebla, Edición pastoral de Ediciones Paulinas, Editorial Verbo Divino de 1980 -¡El mismo año que fue publicado Fantasmas para siempre!, pero es solo una casualidad... ¿o no?-. Y allí, en la página 321, se aparece Cristo para la Ultima Cena después de la Ultima Cena, bajo el título: Apéndice al libro: La manifestación de Jesús a orillas del lago. Allí me entero que la acción transcurre a orillas del lago Tiberíades... el resto es historia bíblica y ustedes pueden buscarla y encontrarla por sus propios medios.

martes, 8 de mayo de 2012

Sobre Caloi



Hoy me repito, porque esta entrada la hice en otro de mis blogs, pero es que tenía que hacerlo:
Así como en la pintura de todos los tiempos hay cuatro o cinco enormes y geniales artistas que me han marcado profundamente y con los cuales tengo feeling, en el humor gráfico argentino, desde que empecé yo mismo a dibujar humor e historietas, Caloi fue uno de los pocos grandes artistas de ese medio que influyeron profundamente en mí y con el cual sentí ese feeling, que también sentía por Fontanarrosa y siento por Quino y Crist. Así que tengo una sola palabra para enfrentarme al tema de hacer un comentario sobre su muerte, que creo apropiada: Snif.

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